martes, 16 de diciembre de 2014

En la fiesta del Cristo



En la fiesta del Cristo

La fiesta del Cristo últimamente se está poniendo en auge. Qué armonía, los amigos en pandillas con sus camisetas xerografiadas con frases y dibujos según cada peña.
Los maduros ponen sus mesas en la plaza dónde no falta el jamón y la cerveza, lo jóvenes lo recorren todo, van a su aire disfrutando de la fiesta sin molestar a nadie y animando el ambiente. Hasta el gremio infantil baja con su camiseta bien adornada.
Cómo disfrutan los niños, porque ellos también cuentan en la sociedad.
Y los mayores no digamos. La música de la orquesta Arroyo, protagonista de la fiesta que hace levantar los pies al más acabao. El cante de Rosi la bailaora, el de Nicolás con su cante jondo que llena la plaza de aplausos caldeando el ambiente.
Qué buenos los churros con chocolate y las migas con melón al socuello de la carpa cuando refresca por la noche.
En esta fiesta si no tienes cena preparada sólo tienes que bajar con la boca abierta. Tampoco se critica a nadie en esta fiesta porque nos coge siempre con la boca llena.
Otra cosa curiosa es que a la gente de la plaza no se les molesta como vecinos, cada vez hay menos, la gente se están yendo a vivir a las afueras a respirar campo, campo.
Esto no hay quien lo entienda, los jóvenes no quieren campo y otros se van a vivir a las afueras.
Lo peor es para los carteros ¿os habéis parado a pensar los pasos que hay desde el final de la calle Reyes Huertas hasta el silo? ¿O desde el barrio de las Torres hasta la calle Miralrío? Gracias al buen equipo que tiene correos. Con qué soltura y qué buen agrado reparten la correspondencia. Puede influir también el buen Maestro que tiene en Alfonso Nacarino que se deshace en amabilidades y atenciones con toda la gente.
Y hablando de personas importantes, por lo menos para mí, el panadero, el Maestro pala de la cooperativa, Juan Andrés, el hijo de Luisa Corraliza. En los más de treinta años que lleva de panadera sin faltar ni coger vacaciones, incluso en intervenciones quirúrgicas de su mujer y en otra ocasión con un cólico nefrítico, aguantó sin dejar de hacer pan ni una sola noche. Incluso como digo en una de esas noches echo dos piedras del riñón.
Otro personaje es Enrique, “El Chiquete”, un hombre trabajador y servicial dispuesto a todo lo que fuera menester. También trabajando en la recogida de basura, un oficio tan necesario como el pan que nos comemos, porque si nadie lo hiciera nos comerían las moscas. Enrique podría emporcarse las manos de tierra trabajando, pero sus manos y su conciencias seguirían tan limpias como las del más honrado. Limpias como un jaspe. Además tiene un sentido del humor grande y fino. Esas gracias que reparte Dios y le tocan al que le tocan.
Dice un filósofo alemán: al hombre se le valora según la dosis del gran sentido del humor.
El tío Vicente “Merengue” muy conocido y vecino nuestro, descansando en paz, en una jornada de trabajo de diez días seguidos segó en la Veguilla, una finca de La Serena, cien cargas de cebada con la hoz. Las cargas se componían de once haces cada una. O sea el tío Vicente segó en una viajata de diez días como decimos en nuestro pueblo mil cien haces de cebada.
La comida era a base de morcilla, chorizo, tocino, queso, ajoblanco, y pan.

Estando yo cortando olivos y Domingo, el hijo del tío Benito “Manarra” me araba el olivar con el tractor, yo intentaba cortar una rama algo más gruesa que mi muñeca. La rama estaba entallada y además había que cortarla de izquierda a derecha, todavía más difícil para mí.
Domingo al verme algo liado con la rama, se bajó del tractor corriendo, me quitó el hacha, -déjame- me dijo.
Al segundo golpe que la dio saltó la rama dos metros por encima del olivo.
Qué lección me has dado, Domingo.
-¿Y tú para qué quieres las manos, Rafa?
Tengo otros recuerdos de personas sencillas como el tío Miguel, “El Pelón”, Aguado, o Isidro “Chaparrejo”, descansando en paz, segadores famosos por su habilidad en el trabajo y además unas excelentes personas como la mayoría de los segadores de mi pueblo. Como el tío Eladio, “El Jerrero” pobres pero honrados. Toda la gente famosa por su sencillez y virtudes están todos en la lista de los elegidos de Dios.
Así que no creo que tenga nada de malo que yo les recuerde en este libro para que no queden en el olvido. Hombres que cambiaban el pan que se comían por gotas de sudor.
Quiero también dejar un recuerdo a tantos emigrantes que tuvisteis que salir de Orellana en busca de trabajo y estáis repartidos en Palma de Mallorca y en otros puntos de España y el extranjero.
Como es imposible nombraros a todos, perdonadme que elija a alguien que os represente. Pensando en el papel tan importante que hizo madre Teresa de Calcuta que todos los pobres y los niños abandonados del tercer mundo cupieron todos en su corazón.
He pensado que la persona que os represente sea Encarnita Pastor, y si la preguntáis algún día los que estáis en Palma de Mallorca o en otros sitios la dijerais “qué  lejos estamos de nuestra tierra Encarnita, ella seguro que os diría, no os preocupéis que todavía hay alguien que se acuerda de nosotros.

Otro hombre célebre que se me pasaba de la memoria, Vicente Mendoza, trabajador del campo como criado dando surcos tras una yunta de mulas con unos amos y con otros, o sea de gañán. Ese es su verdadero nombre en nuestra tierra. Este hombre de la época de los años treinta y cinco y cuarenta. El pobre hombre tenía una limitación física que no le impedía ser una gran persona. Era pequeño y algo jorobado, pero a dar surcos derechos como cirios tras la yunta de mulas no había en el pueblo de Orellana quien le ganase.
No recuerdo la fecha exacta, sería por los años sesenta, poco más, hubo en un pueblo próximo al nuestro un concurso de gañanes, a ver quien daba los surcos más derechos tras la yunta. Al tío Vicente le animaron a competir en ese concurso y que le veían como muchas posibilidades de ganar. Al fin Vicente aceptó y le citaron para el día y la hora del concurso, y que para no tener que trasladar sus mulas le facilitarían allí mismo una yunta, haciéndole este planteamiento como un favor y una comodidad.
El tío Vicente salió montado en su borriquillo, se presentó con los datos suficientes como competidor. Al día siguiente, miembros del sindicato agrícola de Orellana que le habían animado a participar, le preguntaron qué tal había quedado.
Aquel hombre, una persona sencilla, trabajadora y honrada como toda su familia, con tristeza y sintiendo vergüenza ajena les dijo: No pude participar en el concurso, me dieron por yunta dos mulas falsas que además extrañaban mi voz y ni siquiera arrancaron del punto de salida.
El tío Vicente Mendoza se vino montado en su borriquillo trocando para que nadie le viese con una pena en su corazón que no le faltaban ganas de llorar como a un niño.
¡Qué contento estaría quien se llevara el premio primero, con esa zafia artimaña!
Y hasta lo celebraría mientras el tío Vicente, un artista de los pies a la cabeza en su oficio metía el burro en la cuadra medio avergonzado sin ningún motivo, habiendo sido él la víctima de una injusticia.
Escribo esto para honrar la memoria de este hombre sencillo, para que tampoco quede en el olvido y si ello fuera posible para mejorar la calidad del mundo que nos ha tocado vivir.
Ya dijo Sócrates en Grecia quinientos años antes de Cristo, “no perdáis el tiempo en descubrir el espacio, el espacio no es enemigo del hombre, investigad al hombre que es el enemigo más grande del hombre.

“Quizá de los de las mulas falsas pudiera ser culpa de quien menos tuviera que ver en aquel asunto, pero, que algunos se atrevieran a reírse de mí al verme fracasado y con mi defecto físico, contaba este hombre delante de mí…”
Aquí vuelve a aparecer otro pensamiento: si te ríes o engañas a algún infeliz, dijo Jesús, a mí me engañas y de mí te ríes.

Mi primer libro “Besana” no sólo se ha leído en Orellana, también ha llegado a Inglaterra, Francis y Estados Unidos.
Una mañana  tomando café en el bar de Óscar al salir de misa de alba el grupo de cantoras o el remolinillo, oro molío como yo lo llamaba, dos matrimonios de mediana edad preguntaban si alguno conocía a la familia de Domitilo Sierra, nieto de la tía María Andrea, hermana de Paco “Chaparrejo” y de sus hermanas.
Nadie les orientaba en nada. Las dos señoras que preguntaban eran hijas de Antonio hermano de la madre de Domitilo, Natividad, la que me crió a mí, o sea, me dio de mamar porque mi madre no pudo. Nosotros éramos de esta gente familia muy allegada, así que estas dos señoras eran primas hermanas de Domitilo y sobrinas de Petra, Avelina, Isidro y Antonia del tío Paco “Chaparrejo”.
Juan José Sierra me dice: Rafael a ver si tú conoces a esta gente que pregunta por su familia.
Yo por la pinta, como dicen los vieja, vosotras sois de Antonio. Yo jamás las había visto. Las expliqué el parentesco, me abrazaron y lloraron de emoción porque estaban deseosas que alguien las orientase de algo. Sus maridos eran de Estados Unidos y les dije vais a conocer a vuestra familia.
Los llevamos Juan y yo a casa de su familia por último a casa de Antonia y Jacinto (Curro). Dijeron que deseaban estar varios días en Orellana para conocer donde mi padre vivió y murió así que llevarnos a alguna pensión donde estemos esos cuantos días.
Antonia y Jacinto, los dos a un tiempo dijeron, la pensión ya está buscada, os quedaréis aquí en nuestra casa.
No esperaban aquella generosidad. Jacinto cogió la guitarra y formamos enseguida una juerga, aquel medio día Juan, que el día anterior había estado de fiesta y tenía de sobra medio caldero de carne fue a por ello y comimos todos juntos.
Esta familia estaban locos de contentos, de que a tantos kilómetros de su tierra y después de tantas horas de camino iban a encontrar a su familia y amigos con tanta voluntad, tanto agrado y tanto cariño.
Después de un tiempo Antonia y Jacinto fueron a Estados Unidos invitados por sus parientes americanos a gastos pagados. A la vuelta Antonia y Jacinto me trajeron unos regalos de aquella familia. Por supuesto que cuando se marcharon les habíamos obsequiado con algunos regalos, entre ellos algunos ejemplares de mi libro.
Quién me iba a decir a mí con las habas que habré segado y las aceitunas que habré cogido, que escribiría libros y que alguno de ellos llegaría tan lejos.
Después de varios años han vuelto de visita muy contentos con su familia y amigos.

Los niños son más inteligentes de lo que nos creemos.



 Los niños son más inteligentes de lo que nos creemos. 

Cuando yo labraba en el campo sembraba unas hectáreas de regadío y entre otras cosas también sembraba cebollas de verano.
La cosecha de cebollas de verano tiene muchas ventajas, dura todo el año sin brotar ni tallecer, lo que pasa es que esta cosecha es para sembrarla donde haya agua en abundancia.
Aquí hay otra cosa, la semilla buena sea de lo que sea cuesta el mismo trabajo y lleva el mismo costo que la semilla mala.
Yo mandaba a pedir la grana a la calle Colegiata, 13 de Madrid, pedía la “Morada de Amposta” pues según decían los entendidos esta clase de cebolla sabe a almendra, está riquísima. Las señas me las dio José María “El Cachuelo” donde él encargaba todos los años para su huerto y lo pagaba contra reembolso.
Cuántas cebollas habré vendido en Cabeza del Buey junto con los melones y peras también de mi propia cosecha.
Un día Margarita me dijo, Rafael, en mi pueblo para la matanzas se venden muy bien las cebollas, prueba y verás cómo te alegras.
No anduve pensándolo, a Orellanita con cebollas.
Cuando voy entrando con el carro por una calle, ya el segundo año, yo de pie en el pértigo dando voces: “melones y cebollas”, señoras, melones y cebollas” Recalcando mucho la pronunciación de la ll, tal como hacen en Orellanita, aunque en Orellana lo pronunciamos prácticamente igual que la y griega en consonante.
En esto que una niña de unos cinco años sentada en el umbral de su puerta me dijo:
-¡Mía! (mira) y venía este hombre el año pasado diciendo melones y cebollas, si en vuestro pueblo decís “ceboyas”
-Perdona niña que me he equivocado, y seguí voceando: melones y “ceboyas”…pensando para mí, ¿y qué edad tendría esta niña el año pasado si todavía no levanta dos cuartas del suelo?
Aquella niña con tan corta edad supo que yo iba pregonando las cebollas con un poco de pitorreo. Qué lección más a tiempo y más sabia me dio aquella niña que me valió más que la venta de las cebollas.

Vendiendo carpas



Vendiendo carpas

Esto fue mi parienta Luisa de Ramón Rojas:
-Toma una carpa, Rafael. Y mira que cesto de carpas ha traído Ramón.
-Nos encantan las carpas. Y más si son regaladas.
-¿Y por qué no vendes estas carpas Luisa?
-¿Quién la va a vender Rafa?
-Yo te las vendo. Déjame una romana y tú muchacho, coge de un asa del cesto.
Antonio se llamaba el crio.
-Yo no, a mí me da mucha vergüenza
El muchacho era hijo de Petri, hermana de Luisa.
-Mira muchacho, tú lo único que va a hacer es coger perras.
Por fin se arrancó. Salimos la calle Palacio abajo. Estaba bastante más poblada que ahora. Iba dando voces: ¡Vivitas y coleando, señora! ¡Alguna se queda sin carpas esta mañana!
La gente se alborotó de una manera, que al muchacho no le daba tiempo a meter perras en el bolsillo. No he visto nunca tanta rebatuña ni tantos gatos dando miaurríos asomados a la puerta. Qué disloque. Algunas creían que pasaba algo, nos daban unos empujones que el muchacho siempre andaba roando por el suelo. Una mujer forzúa acostumbrada a segar habas y garbanzos y bien comía me metió con el codo un golpe que me dejó sin el habla.
-¡Vamos no repeses tanto, que no son tuyas las carpas1
Total, cuando llegamos a la plazuela de Cristino carpas vendidas.
-Toma muchacho la romana y el cesto. Se lo das a tu tía Luisa.
Todavía después de más de veinte años el muchacho recuerda aquel jaleo. Pero él nunca se había visto con tantas perras gordas en el bolsillo.
Hubo un rato que lo pasamos mal porque las mujeres de la calle Palacio, la mayoría eran labraoras ricachonas del Palazuelo y bien atracás de comer que el muchacho siempre roando por el suelo de los empujones que le daban, aunque el muchacho no estaba flacucho que estaba tapao, pero sin querer tenía la edad de la crecedera.
Ya le dije: muchacho siéntate en el suelo verás cómo no vuelven a caerte hombre. A poco si me descalabran la muchacho, por fin las carpas se vendieron y no hubo roturas gracias a Dios.

En la caja de Extremadura



En la caja de Extremadura

Una viejecita cargada de años se llegaba a la Caja de Extremadura:
-Aurelio quiero que me des la metá de la metá de las perras que tengo en la libreta.
-Tía Pascasia yo no me entero de nada de lo que usted se trae entre manos esta mañana.
-Y lo lihtoh que seih loh jóveneh y no sabes cuá eh la metá de la metá. Poh mira Aurelio eh como si me garrota son ventemil rialeh o cinco mil pehetah, me da iguá, que eh lo que tengo en la libreta.
La garrota la parteh por la metá y quean diez mil rialeh, doh mir quinientah pehetah, y esa metá la güerveh a partí por la metá que son cinco mil rialeh, que eh lo que yo quiero o sea mil dohcientah cincuenta pehetah eh iguá.
¿Táh enterao Aurelio?
-Tía Pascasia hábleme por euros que yo por riales como usted dice me hago un lío que ahora mismo no sé ni donde estoy.
-Yo por leuroh como tú diceh tampoco maclaro hijo.
-Bueno tenga su dinero y hasta mañana, mire la regofa de gente que se ha juntao esta mañana con el jaleo de los euros, los reales y la garrota. Tía Pascasia estoy mareado con el lío que me ha formado esta mañana con la metá y la otra metá de la metá.
-Ehtah mareao porque la gente dahora no comíh mahque potingueh y chupandinah que güerve la sangre agua. Haberte jartao de migah con torreznoh veteaoh y acetunah y veráh como tieneh la cabeza en pié anque se junda la bóveda.