martes, 10 de febrero de 2015

La zorra



La zorra. 

De los casos que yo haya visto y más me hayan gustado a lo largo de esta vida.
Esto fue aquí en Orellana en el barrio del depósito, en las traseras de la calle Constitución, algunos corrales con las paredes bajas las zorras que bajaban de la sierra de noche en aquellos corrales habían oído cantar un gallo y una zorra dijo:
-Esto es lo que yo busco, y cuando los dueños se levanten de la cama yo estoy celebrando el banquete en la sierra debajo de un olivo.
Pero los dueños se las sabían todas y antes de irse a la cama ataban un campano a la pata de la gallina más fuera del gallinero. Los vecinos del barrio del depósito son muy unidos, cuando hay algún problema en el barrio todos en pie dispuestos a colaborar con los vecinos.
Esto ocurrió entre dos luces, yo iba aquella mañana a trabajar al campo cuando oí voces y un escándalo terrible. Lo que se dice el barrio entero en pie, a ver lo que pasaba.
La gente a medio vestir corrían donde sonaban las voces: ¡La zorra, la zorra!
La zorra saltó en un corral de los más bajos y enseguida localizó un gallinero, pero este animal con toda su astucia no se había dado cuenta de que la salida no era tan fácil como la entrada.
La zorra salió agazapada sin meter ruido y atrapó a la primera gallina del gallinero, la del campano. El bicho corrió al saltadero con la gallina en la boca pero no fue fácil. El gallinero que se alborota, el campano dando tumbos detrás de la zorra, total un jaleo enorme.
Los dueños estaban durmiendo y salieron soliviantados creyendo que si serían las mojigangas a algún viudo y a medio vestir salieron al corral y al ver aquel revoloteo dieron la voz: ¡la zorra, la zorra!
Las voces se oyeron en todo el barrio. La mujer cogió la sartén, el hombre una escoba, lo primero que vio y sin acabar de vestirse se liaron a sacudir leña. Los vecinos no tardaron en llegar y a medio vestir también tropezando unos con otros, un hombre con el pantalón en la mano la sacudió un trapazo con el pantalón, la zorra esquivó el golpe y el tío se sentó de culo en un charco.
El sol ya había salido, era sábado y un autobús y muchos coches venían a la playa. Al ver el jaleo algunos subidos en los coches, otros en la pared del corral haciendo fotos y grabando el espectáculo.
A la zorra la acorralaron entre unos pocos, pero dio un salto y el campano pegó al dueño en la cabeza. La dueña sacudió con la sartén, pero el golpe se le llevó también el marido en la cabeza. Total que le dejaron fuera de combate.
La circulación se paró próximo al cruce de la carretera de Orellanita, alguien se dejó la puerta abierta, la zorra vio la claridad de la calle salió como una flecha y al saltar por el postigo una vecina a medio vestir que estaba subida en mi carro, la zorra se encaramó en los hombros de la vecina, la mula al olfato a montuno se puso encabritada rabiando por salir al galope, la vecina agarrafada a mi cuello, la zorra me daba con las barbas en la cabeza que no se me asentaba la ropa en el cuerpo, aflojé el freno, la mula a toda marcha, el griterío de la gente era terrible abriéndole paso al carro.
La zorra con la gallina en la boca y el campano detrás dando brincos. La gente reía como no habían reído nunca. El barrio entero con sartenes y escobas persiguiendo a la zorra todos medio vestir, la vecina con la zorra a cuestas gritaba: ¡adiós marido, en el cielo te espero!
-¡Adiós vecina buena, cuídate! Gritaban todos los del barrio despidiéndola con sartenes y escobas en alto llorando a lágrima viva. Llegando al cruce de Orellanita la mula se enreda en unas tramas y tropieza, la zorra salta por encima de la vecina, a mí me puso las patas en el hombro, a la mula también la pisó y dio un gruñido y la tiró una dentellada que si la atrapa se la come. La zorra se perdió de vista con la presa en la boca y el campano detrás brincando.
La mujer con mucha urgencia pedía una sartén para taparse porque tampoco la vagó de vestirse.
El hombre que sacudió el trapazo a la zorra con el pantalón también exigía una sartén para taparse porque no creyó que iba a haber un jaleo tan gordo.
A este hombre todavía le chorreaban los calzones del guaparrazo que pegó en el charco.
Más de doscientas personas viendo el espectáculo más grande de su vida. Un niño preguntaba a su padre: ¿éste pueblo es de otra galaxia?
-¿Y eso a qué viene?
-Es que yo no he visto a una zorra en carroza subida a los hombros de una mujer.
-Yo tampoco he visto un espectáculo tan grande y llevo corrido medio mundo.
Me quedé escuchando los comentarios entre familias y amigos.
Un señor decía: tengo depresiones hace tiempo y no me hace gracia nada, he venido a Orellana a disgusto y sin embargo he reído a carcajadas esta mañana más que en toda mi vida.
Una señora: Llevo bastantes días con retención de orina, (que no se entere nadie) se me han olvidado las pastillas y sin embargo he reído tanto que por mucho esfuerzo que he hecho para sujetarme no he podido evitar mearme las patas abajo.
El sábado próximo vuelvo a Orellana y sin pastillas.
El señor de las depresiones decía, yo también voy a dejar el tratamiento y voy a probar la terapia viniendo a los carnavales a Orellana y leer los libros de Rafael y reír y reír y salir de una vez de la ratonera donde estoy atrapado.