En la fiesta del Cristo
La fiesta del Cristo
últimamente se está poniendo en auge. Qué armonía, los amigos en pandillas con
sus camisetas xerografiadas con frases y dibujos según cada peña.
Los maduros ponen
sus mesas en la plaza dónde no falta el jamón y la cerveza, lo jóvenes lo
recorren todo, van a su aire disfrutando de la fiesta sin molestar a nadie y
animando el ambiente. Hasta el gremio infantil baja con su camiseta bien
adornada.
Cómo disfrutan los
niños, porque ellos también cuentan en la sociedad.
Y los mayores no
digamos. La música de la orquesta Arroyo, protagonista de la fiesta que hace
levantar los pies al más acabao. El cante de Rosi la bailaora, el de Nicolás
con su cante jondo que llena la plaza de aplausos caldeando el ambiente.
Qué buenos los
churros con chocolate y las migas con melón al socuello de la carpa cuando
refresca por la noche.
En esta fiesta si no
tienes cena preparada sólo tienes que bajar con la boca abierta. Tampoco se
critica a nadie en esta fiesta porque nos coge siempre con la boca llena.
Otra cosa curiosa es
que a la gente de la plaza no se les molesta como vecinos, cada vez hay menos,
la gente se están yendo a vivir a las afueras a respirar campo, campo.
Esto no hay quien lo
entienda, los jóvenes no quieren campo y otros se van a vivir a las afueras.
Lo peor es para los
carteros ¿os habéis parado a pensar los pasos que hay desde el final de la calle
Reyes Huertas hasta el silo? ¿O desde el barrio de las Torres hasta la calle
Miralrío? Gracias al buen equipo que tiene correos. Con qué soltura y qué buen
agrado reparten la correspondencia. Puede influir también el buen Maestro que
tiene en Alfonso Nacarino que se deshace en amabilidades y atenciones con toda
la gente.
Y hablando de
personas importantes, por lo menos para mí, el panadero, el Maestro pala de la
cooperativa, Juan Andrés, el hijo de Luisa Corraliza. En los más de treinta
años que lleva de panadera sin faltar ni coger vacaciones, incluso en
intervenciones quirúrgicas de su mujer y en otra ocasión con un cólico
nefrítico, aguantó sin dejar de hacer pan ni una sola noche. Incluso como digo
en una de esas noches echo dos piedras del riñón.
Otro personaje es
Enrique, “El Chiquete”, un hombre trabajador y servicial dispuesto a todo lo
que fuera menester. También trabajando en la recogida de basura, un oficio tan
necesario como el pan que nos comemos, porque si nadie lo hiciera nos comerían
las moscas. Enrique podría emporcarse las manos de tierra trabajando, pero sus
manos y su conciencias seguirían tan limpias como las del más honrado. Limpias
como un jaspe. Además tiene un sentido del humor grande y fino. Esas gracias
que reparte Dios y le tocan al que le tocan.
Dice un filósofo
alemán: al hombre se le valora según la dosis del gran sentido del humor.
El tío Vicente
“Merengue” muy conocido y vecino nuestro, descansando en paz, en una jornada de
trabajo de diez días seguidos segó en la Veguilla, una finca de La Serena, cien
cargas de cebada con la hoz. Las cargas se componían de once haces cada una. O
sea el tío Vicente segó en una viajata de diez días como decimos en nuestro
pueblo mil cien haces de cebada.
La comida era a base
de morcilla, chorizo, tocino, queso, ajoblanco, y pan.
Estando yo cortando
olivos y Domingo, el hijo del tío Benito “Manarra” me araba el olivar con el
tractor, yo intentaba cortar una rama algo más gruesa que mi muñeca. La rama
estaba entallada y además había que cortarla de izquierda a derecha, todavía
más difícil para mí.
Domingo al verme
algo liado con la rama, se bajó del tractor corriendo, me quitó el hacha,
-déjame- me dijo.
Al segundo golpe que
la dio saltó la rama dos metros por encima del olivo.
Qué lección me has
dado, Domingo.
-¿Y tú para qué
quieres las manos, Rafa?
Tengo otros
recuerdos de personas sencillas como el tío Miguel, “El Pelón”, Aguado, o
Isidro “Chaparrejo”, descansando en paz, segadores famosos por su habilidad en
el trabajo y además unas excelentes personas como la mayoría de los segadores
de mi pueblo. Como el tío Eladio, “El Jerrero” pobres pero honrados. Toda la
gente famosa por su sencillez y virtudes están todos en la lista de los
elegidos de Dios.
Así que no creo que
tenga nada de malo que yo les recuerde en este libro para que no queden en el
olvido. Hombres que cambiaban el pan que se comían por gotas de sudor.
Quiero también dejar
un recuerdo a tantos emigrantes que tuvisteis que salir de Orellana en busca de
trabajo y estáis repartidos en Palma de Mallorca y en otros puntos de España y
el extranjero.
Como es imposible
nombraros a todos, perdonadme que elija a alguien que os represente. Pensando
en el papel tan importante que hizo madre Teresa de Calcuta que todos los
pobres y los niños abandonados del tercer mundo cupieron todos en su corazón.
He pensado que la
persona que os represente sea Encarnita Pastor, y si la preguntáis algún día
los que estáis en Palma de Mallorca o en otros sitios la dijerais “qué lejos estamos de nuestra tierra Encarnita,
ella seguro que os diría, no os preocupéis que todavía hay alguien que se
acuerda de nosotros.
Otro hombre célebre
que se me pasaba de la memoria, Vicente Mendoza, trabajador del campo como
criado dando surcos tras una yunta de mulas con unos amos y con otros, o sea de
gañán. Ese es su verdadero nombre en nuestra tierra. Este hombre de la época de
los años treinta y cinco y cuarenta. El pobre hombre tenía una limitación
física que no le impedía ser una gran persona. Era pequeño y algo jorobado,
pero a dar surcos derechos como cirios tras la yunta de mulas no había en el
pueblo de Orellana quien le ganase.
No recuerdo la fecha
exacta, sería por los años sesenta, poco más, hubo en un pueblo próximo al
nuestro un concurso de gañanes, a ver quien daba los surcos más derechos tras
la yunta. Al tío Vicente le animaron a competir en ese concurso y que le veían
como muchas posibilidades de ganar. Al fin Vicente aceptó y le citaron para el
día y la hora del concurso, y que para no tener que trasladar sus mulas le
facilitarían allí mismo una yunta, haciéndole este planteamiento como un favor
y una comodidad.
El tío Vicente salió
montado en su borriquillo, se presentó con los datos suficientes como
competidor. Al día siguiente, miembros del sindicato agrícola de Orellana que
le habían animado a participar, le preguntaron qué tal había quedado.
Aquel hombre, una
persona sencilla, trabajadora y honrada como toda su familia, con tristeza y
sintiendo vergüenza ajena les dijo: No pude participar en el concurso, me
dieron por yunta dos mulas falsas que además extrañaban mi voz y ni siquiera
arrancaron del punto de salida.
El tío Vicente
Mendoza se vino montado en su borriquillo trocando para que nadie le viese con
una pena en su corazón que no le faltaban ganas de llorar como a un niño.
¡Qué contento
estaría quien se llevara el premio primero, con esa zafia artimaña!
Y hasta lo
celebraría mientras el tío Vicente, un artista de los pies a la cabeza en su
oficio metía el burro en la cuadra medio avergonzado sin ningún motivo,
habiendo sido él la víctima de una injusticia.
Escribo esto para honrar
la memoria de este hombre sencillo, para que tampoco quede en el olvido y si
ello fuera posible para mejorar la calidad del mundo que nos ha tocado vivir.
Ya dijo Sócrates en
Grecia quinientos años antes de Cristo, “no perdáis el tiempo en descubrir el
espacio, el espacio no es enemigo del hombre, investigad al hombre que es el
enemigo más grande del hombre.
“Quizá de los de las
mulas falsas pudiera ser culpa de quien menos tuviera que ver en aquel asunto,
pero, que algunos se atrevieran a reírse de mí al verme fracasado y con mi
defecto físico, contaba este hombre delante de mí…”
Aquí vuelve a
aparecer otro pensamiento: si te ríes o engañas a algún infeliz, dijo Jesús, a
mí me engañas y de mí te ríes.
Mi primer libro
“Besana” no sólo se ha leído en Orellana, también ha llegado a Inglaterra,
Francis y Estados Unidos.
Una mañana tomando café en el bar de Óscar al salir de
misa de alba el grupo de cantoras o el remolinillo, oro molío como yo lo
llamaba, dos matrimonios de mediana edad preguntaban si alguno conocía a la
familia de Domitilo Sierra, nieto de la tía María Andrea, hermana de Paco
“Chaparrejo” y de sus hermanas.
Nadie les orientaba
en nada. Las dos señoras que preguntaban eran hijas de Antonio hermano de la
madre de Domitilo, Natividad, la que me crió a mí, o sea, me dio de mamar
porque mi madre no pudo. Nosotros éramos de esta gente familia muy allegada,
así que estas dos señoras eran primas hermanas de Domitilo y sobrinas de Petra,
Avelina, Isidro y Antonia del tío Paco “Chaparrejo”.
Juan José Sierra me
dice: Rafael a ver si tú conoces a esta gente que pregunta por su familia.
Yo por la pinta,
como dicen los vieja, vosotras sois de Antonio. Yo jamás las había visto. Las
expliqué el parentesco, me abrazaron y lloraron de emoción porque estaban
deseosas que alguien las orientase de algo. Sus maridos eran de Estados Unidos
y les dije vais a conocer a vuestra familia.
Los llevamos Juan y
yo a casa de su familia por último a casa de Antonia y Jacinto (Curro). Dijeron
que deseaban estar varios días en Orellana para conocer donde mi padre vivió y
murió así que llevarnos a alguna pensión donde estemos esos cuantos días.
Antonia y Jacinto,
los dos a un tiempo dijeron, la pensión ya está buscada, os quedaréis aquí en
nuestra casa.
No esperaban aquella
generosidad. Jacinto cogió la guitarra y formamos enseguida una juerga, aquel
medio día Juan, que el día anterior había estado de fiesta y tenía de sobra
medio caldero de carne fue a por ello y comimos todos juntos.
Esta familia estaban
locos de contentos, de que a tantos kilómetros de su tierra y después de tantas
horas de camino iban a encontrar a su familia y amigos con tanta voluntad,
tanto agrado y tanto cariño.
Después de un tiempo
Antonia y Jacinto fueron a Estados Unidos invitados por sus parientes
americanos a gastos pagados. A la vuelta Antonia y Jacinto me trajeron unos
regalos de aquella familia. Por supuesto que cuando se marcharon les habíamos
obsequiado con algunos regalos, entre ellos algunos ejemplares de mi libro.
Quién me iba a decir
a mí con las habas que habré segado y las aceitunas que habré cogido, que
escribiría libros y que alguno de ellos llegaría tan lejos.
Después de varios
años han vuelto de visita muy contentos con su familia y amigos.