Con diez años apenas yo contaba
Y con la harina al hombro me volvía
Los perros me ladraban a dos leguas
o más
La sombra de la luna me seguía
Y por el humo que echaban las
chimeneas
Por la trocha confusa yo me
orientaba
Sin mirar atrás hacia el pueblo
seguía
Parecía inmenso el tiempo que me
faltaba.
Después me subí al Cerro de la
Herrería
Miré al fondo del río y vi las
huellas
Del camino que llevé al molino
Con la mochila a cuestas las noches
aquellas.
Y detrás de la puerta me esperaba mi
madre
Y me besó en la frente tan resudosa
y fría
Me apretó con la cara muy suavemente
Y me quitó de encima lo que traía.
Y con cara de hambre nos miramos los
dos
Yo me senté a la lumbre porque hacía
frío
Nos contamos las penas y pasaron de
cien
Esperando a que el pan estuviese cocío.
Conocía el lenguaje de los bichos
del campo
Y atraía a los pájaros con mi voz
Y durmiendo y soñando en sus brazos
cansados
Para mí fue mi madre un
regalo de Dios
Me espabilaba el hambre de la cama
Me dio el viento un olfato a pan
cocío
Y me miré en un charco de agua
clara.
Devorar un mendrugo fue el
pensamiento mío.
A nado me pasé el Vao los Jabales
Furtivo, casi siendo una criatura
Crecía mi corazón a golpe agitado
Yo solo me cavé la sepultura.
Y por el Cerro Gordo tras los
lagartos
Corría como el viento casi esmayao
Y cuando otros niños salían de la
Escuela
Más de quince bichos ya tenía
sollaos.
Moviendo pedruscos y sudando la gota
Me vine feliz ya por la verea
Y cuando mi madre llegó de lavar
Con tres leños verdes buena fritolea.
Y corriendo entre siesta a pescar al
río
Porque en el verano el suelo
abrasaba
Y había algunos días que el Sol se
ponía
Y el cuerpo vacío también quemaba.
Y con la boca seca y la garganta
Del polvo del camino que me vio crecer
Me aumentaba el latío del
corazón
Y entre el sudor y la tierra me
surcaban la piel
Y un quince de agosto al atardecer
Yo me fui apagando igual que un
candil
Y el cura del pueblo subió al
campanario
Y dobló tres veces, y lloró por mí.
Y mi madre se recostó a la tumba
Y a mi lado se fue consumiendo
Hasta que un día se quedó dormida
¡ Qué feliz, no verla más tiempo
sufriendo!
Fue una tumba llena de misterio
Cuatro rosas unos niños llevaron
Y en el centro con las lluvias
tempranas
Se cubrió con los lirios que
brotaron.
Unas piedras rodearon la tumba
Y unas letras grabás en el
suelo
Una imagen puestos de rodillas
Con los ojos fijos en el cielo.
Y Dios, al mirarlos los sentó a su
lado
Les abrazó y dijo: sepan las
naciones:
Cabe aquí mejor un niño furtivo
Que las reverencias y las oraciones.
Cuánta agua inútil, desperdiciada
El mar, como un dragón se fue
tragando
Y la tierra, por culpa de una guerra
De muertos y terror se fue
sembrando.
El recuerdo de un pasado lejano
Y un despertar de aquel tiempo
perdido
Una útil lección por los horrores
De los que todos habíamos cometido.
Atajar la corriente a nuestros ríos
Es guardar un caudal bajado del
cielo
Es una forma de que haya menos
pobres
Y una manera de enriquecer el suelo.
Es un estilo de conseguir amigos
Esto lo hacen las gentes generosas
Y de una tierra que estuvo
empobrecida
Que sea Extremadura más hermosa.
Donde las aguas rebosen las acequias
Y algún que otro bancal puesto de
flores
Y en los caminos, frutales florecíos
Bañados por las gotas del rocío.
No haciendo a nuestra prole
esparragueros
Ni unos tristes humildes leñadores
Ni analfabetos que no sepan leer
O unos mal vistos furtivos
pescadores.
Queremos de nuestra Extremadura
Generaciones que fueron tan sufridas
Ver alegría en todos nuestros
pueblos
Y una tierra por fin enriquecida.
Y recordando a nuestros emigrantes
Como tantos salieron de Orellana
Metíos
están en nuestro corazón
Cuando en la fiesta oímos las
campanas.
¿No es ya la vida alegre y más
bonita
De que los pobres vivan
holgadamente?
Y que podamos mirarnos cara a cara,
Pudiendo hacer felices a las gentes.
Ojalá que esos niños hambrientos
De otros mundos que se mueren de sed
Puedan volar lo mismo que los
pájaros
Y venirse a nuestros ríos a beber.
Si pudiéramos echarles una mano
Qué contentos esos niños se podrían.
Educarles y enseñarles a leer,
Veríamos como Dios lo agradecía.
No demos un fusil a esas criaturas
Que viven bajo el odio y el terror
Decirles que la vida es otra cosa
Y enseñarles el camino del amor.
Y decirles una vez a los que mandan.
Que en la tierra si queremos paz
Es sembrándola de trigo y arrozales
Y no haya ningún pobre y mucho pan.
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