La zorra.
De
los casos que yo haya visto y más me hayan gustado a lo largo de esta vida.
Esto
fue aquí en Orellana en el barrio del depósito, en las traseras de la calle
Constitución, algunos corrales con las paredes bajas las zorras que bajaban de
la sierra de noche en aquellos corrales habían oído cantar un gallo y una zorra
dijo:
-Esto
es lo que yo busco, y cuando los dueños se levanten de la cama yo estoy
celebrando el banquete en la sierra debajo de un olivo.
Pero
los dueños se las sabían todas y antes de irse a la cama ataban un campano a la
pata de la gallina más fuera del gallinero. Los vecinos del barrio del depósito
son muy unidos, cuando hay algún problema en el barrio todos en pie dispuestos
a colaborar con los vecinos.
Esto
ocurrió entre dos luces, yo iba aquella mañana a trabajar al campo cuando oí
voces y un escándalo terrible. Lo que se dice el barrio entero en pie, a ver lo
que pasaba.
La
gente a medio vestir corrían donde sonaban las voces: ¡La zorra, la zorra!
La
zorra saltó en un corral de los más bajos y enseguida localizó un gallinero,
pero este animal con toda su astucia no se había dado cuenta de que la salida
no era tan fácil como la entrada.
La
zorra salió agazapada sin meter ruido y atrapó a la primera gallina del
gallinero, la del campano. El bicho corrió al saltadero con la gallina en la
boca pero no fue fácil. El gallinero que se alborota, el campano dando tumbos
detrás de la zorra, total un jaleo enorme.
Los
dueños estaban durmiendo y salieron soliviantados creyendo que si serían las
mojigangas a algún viudo y a medio vestir salieron al corral y al ver aquel
revoloteo dieron la voz: ¡la zorra, la zorra!
Las
voces se oyeron en todo el barrio. La mujer cogió la sartén, el hombre una
escoba, lo primero que vio y sin acabar de vestirse se liaron a sacudir leña.
Los vecinos no tardaron en llegar y a medio vestir también tropezando unos con
otros, un hombre con el pantalón en la mano la sacudió un trapazo con el
pantalón, la zorra esquivó el golpe y el tío se sentó de culo en un charco.
El
sol ya había salido, era sábado y un autobús y muchos coches venían a la playa.
Al ver el jaleo algunos subidos en los coches, otros en la pared del corral
haciendo fotos y grabando el espectáculo.
A la
zorra la acorralaron entre unos pocos, pero dio un salto y el campano pegó al
dueño en la cabeza. La dueña sacudió con la sartén, pero el golpe se le llevó
también el marido en la cabeza. Total que le dejaron fuera de combate.
La
circulación se paró próximo al cruce de la carretera de Orellanita, alguien se
dejó la puerta abierta, la zorra vio la claridad de la calle salió como una
flecha y al saltar por el postigo una vecina a medio vestir que estaba subida
en mi carro, la zorra se encaramó en los hombros de la vecina, la mula al
olfato a montuno se puso encabritada rabiando por salir al galope, la vecina
agarrafada a mi cuello, la zorra me daba con las barbas en la cabeza que no se
me asentaba la ropa en el cuerpo, aflojé el freno, la mula a toda marcha, el
griterío de la gente era terrible abriéndole paso al carro.
La zorra
con la gallina en la boca y el campano detrás dando brincos. La gente reía como
no habían reído nunca. El barrio entero con sartenes y escobas persiguiendo a
la zorra todos medio vestir, la vecina con la zorra a cuestas gritaba: ¡adiós
marido, en el cielo te espero!
-¡Adiós
vecina buena, cuídate! Gritaban todos los del barrio despidiéndola con sartenes
y escobas en alto llorando a lágrima viva. Llegando al cruce de Orellanita la
mula se enreda en unas tramas y tropieza, la zorra salta por encima de la vecina,
a mí me puso las patas en el hombro, a la mula también la pisó y dio un gruñido
y la tiró una dentellada que si la atrapa se la come. La zorra se perdió de
vista con la presa en la boca y el campano detrás brincando.
La
mujer con mucha urgencia pedía una sartén para taparse porque tampoco la vagó
de vestirse.
El
hombre que sacudió el trapazo a la zorra con el pantalón también exigía una
sartén para taparse porque no creyó que iba a haber un jaleo tan gordo.
A
este hombre todavía le chorreaban los calzones del guaparrazo que pegó en el
charco.
Más
de doscientas personas viendo el espectáculo más grande de su vida. Un niño
preguntaba a su padre: ¿éste pueblo es de otra galaxia?
-¿Y
eso a qué viene?
-Es
que yo no he visto a una zorra en carroza subida a los hombros de una mujer.
-Yo
tampoco he visto un espectáculo tan grande y llevo corrido medio mundo.
Me
quedé escuchando los comentarios entre familias y amigos.
Un
señor decía: tengo depresiones hace tiempo y no me hace gracia nada, he venido
a Orellana a disgusto y sin embargo he reído a carcajadas esta mañana más que
en toda mi vida.
Una
señora: Llevo bastantes días con retención de orina, (que no se entere nadie)
se me han olvidado las pastillas y sin embargo he reído tanto que por mucho
esfuerzo que he hecho para sujetarme no he podido evitar mearme las patas
abajo.
El
sábado próximo vuelvo a Orellana y sin pastillas.
El
señor de las depresiones decía, yo también voy a dejar el tratamiento y voy a
probar la terapia viniendo a los carnavales a Orellana y leer los libros de
Rafael y reír y reír y salir de una vez de la ratonera donde estoy atrapado.